martes, 2 de octubre de 2007

La revolución de los peces



La revolución de los peces









Lo más parecido a Dios es el agua

Ba Han Shen









Preparación del cardumen







Poca favilla gran fiamma seconda.

Paradiso, I.
Dante Alighieri



1

Si quieres recordarte, siéntate:
respira,
Junta las manos
derecha sobre izquierda.
Crea un puente en los pulgares.
Presta atención a tu vientre, percíbelo.
Allí el caldero donde emerge el tú.
la luna, el sol y los demás destellos.

La luz va llegando desde el este, observa.

El sonido del mar se hace cercano.
El sueño y la vigilia, ambas se han fundido
No te distraigas, esto es sencillo no huele.
No sabe a nada, no tiene color, es agua.
Ése es el hilo. Lo vas notando lentamente.

Se expresa en el silencio la urdimbre de las voces.
Se va abriendo en la penumbra el rumor del aire.
Vital y grato. Siéntelo,
hazte el propósito.
Es invisible, no le tocas, no le puedes atrapar.
¿No será de amor Su aliento cuando al fin te encuentra?
Sigue respirando porque más de ti vas conociendo.
Más del suelo, del sillón, del edificio.
Más del parque, de la calle, de los autos.
Más de ese navío, de esas puertas. Ese tonel y ese garfio.
Lo íntimo del mar está en el viento.

Vas comprendiendo y el miedo se diluye.

Escucha: En esta noche duerme la ciudad
En este día.
Y en realidad todo relucirá de otra forma
Cuando tiendas desde el centro del corazón
Un lazo al infinito resplandor ahí en lo alto.
Y te dispongas
al cuidado del gladiolo y cedas al sereno
Canto de la mañana que no te pide nada.
Y de la noche que todo tu brillar recibe.

En esa estancia cada ser de tu ser se fundirá al servicio.
De la claridad amplísima del viento.
Y el Divino dejará caerse en tiernos gestos
Y en su caricia nunca olvidaremos nuestro origen.



2


En este momento hablemos, si tú quieres.
Podemos sostener dos alientos y entre ellos
Percibir en los dos rayos el color.

Temblamos, nos movemos en la luz.
Como dos velas que el fuego consume en el espacio.
Pero no mires lo absurdo en lo que apenas comprendes,
Y no enjuicies tan pronto el latido del león,
Ni la fruición de la ardilla o la lengua de los caballos.

De todos los cristales hoy éste ha aparecido.
Evita en lo sucesivo hacer comparaciones y aprende
A ver la fluidez del canto en la mirada, el fulgor de lo sentido
Entre las manos.
Hurgando esa palabra para abrazar soles, cálices de aguas,
Yerbas, bosques, algas y tormentas.

Lo que se vive ahora es guerra.
Lo que se vivió antes, lo que está por vivirse
Es guerra, si cerrando los ojos, desaparece el crepúsculo.

Pero la poesía se invoca en su ritmo, su plenitud.
Si ahondas en su sonido, puede que aparezcan
Cálidas lagunas, plazas, movimientos de planetas.
También los sucesos y sus temas, el ondear de su cabello,
Los sauces y sus secretos.

En ese sonido escuchar
Lo que a ti llegando en la quietud se ofrece.
Sólo date cuenta, espera un momento, inspírate
Del verdor en el fresno, ve: aquel jazmín no es lejano.

También está el sonido de la guerra, es lo que abunda.
Y lo que abunda no siempre es tu sentido.

Lo que deseo explicarte no tiene en su asunto vía recta,
Concatenación discursiva de lógica moldeable.
Lo que busco decirte está en los silencios
De la bruma y el sol entre las flores,
Entra, no por eso me volveré tu superior.
No pensaremos por ti, no haremos muros a tu alrededor.

En la contemplación torna a la alegría.
El verso es un saludar, brilla en consciencia,
Cual el ver de la piedra o el monte hacia la nube.

Y a cada instante algo se está volviendo lumbre.
Observa, deja a un lado los prejuicios.
Una caricia, un ritmo: La pausa entre el sonido y la ventana.
El estallido de la flor cuando se abraza a la luz,
El suspirar de las olas cuando se nutren de la noche.

Así, por ese repentino rumor
De relámpagos y encinas,
Podemos conocer el rumbo del electrón en la pantalla
O la sinuosa ruta de la imagen en tus ojos. Eso no es todo,
Pero ante la inmensa pregunta que plantea cada cosa
Puede serlo.
Una a otra van ligadas, uno a todo, causalmente.

Nombro esta ansia: llamar a ese Espíritu,
Hacerme uno con Él.
Reunirme nuevamente con el sol, amar
Con lo sin fin de cada astro.
Beber en su hálito la flama que en tu cuenco pueda despertar,
Que saborees, que gustes el grato aroma de la luna
Cuando el sol también está y todo a una inefable presencia
Se va entrelazando.
Todo es un decir celebrando. En el tono
Está lo importante, lo sugerente en la cualidad de la inflexión,
La diferencia entre lo visto y lo escuchado: el puente
Entre los ojos y el oído.

Debes saber que en la pupila, su oscuridad,
Congrégase la semilla de mil nombres, crecen serenos
Los suspiros y el fuego oscuro derramado en la rosa.
Sin competir, sin desafiar con estruendos las miradas.
No se yergue sobre otros, nunca combate.

Luego de todo aquello nada sabemos, sólo siente
La complacencia de estar de cada cosa, la bella forma
Que adquiere el agua en las orillas, su danza irrepetible.
Un poco de eso está en tus ojos,
su cimbrear y su aleteo
También anida en cada mano, siempre que palpite
Tu corazón como un único encuentro en el instante,
Como un sabor que en cada aliento se renueve.

La vida hace mucho que empezó,
Estamos en el océano.








3



Lo que ves es cómo lo ves.
Y en esa singular visión las visiones. Una a una concuerdan,
Aunque distantes.
Lo que ves no es sólo lo visto.
Es lo que detrás te va llegando: un abrazar.
Estás envuelto: un recordar. Estás atento.

El sendero no es otro que el servicio a la gente.

Que no te dividan en dos. No temas,
Eso es poder.
El poder desea que le temas,
Eso no es el universo.
No ejerce el sol sobre la luna un dominio. Sino
Que a su resplandor el arco sigue y los planetas
Son los destellos de ese canto. No te animes
A tejer en los que velan algún nudo de querencia
No es ésa la vía, no es el corazón hecho para el miedo.
No repitas el mismo comportar de los que viven
Enlazados por un signo, una palabra y se hacen eco
Mental de aquello que despiertan: lo que ríe es un manto
Luminoso y amarillo. Te reaviva y te conduce.
Por eso amanece,
Por eso oscurece.
Así lo vivo vive,
Así se anda en su mirar cantado la infinita posibilidad.

Y lo imposible una señal de que se está por el sentido,
Se está muy cerca, mas nunca se le alcanza, ¿qué medirás
Qué lumbre o sueño o angosta majestad es lo que pesas?

No te enfrentes a nada que se agite o te revuelva.
La música se esparce como ondas en el agua y el fruto
Permanece fresco ahí en la rama. El cielo otorga su color
Y la mañana es una hermosa princesa que no duda.
Sus brazos cobijan lo viviente y le hace ofrenda
De puntual esplendor cuando aparece y todo empieza a despertar.

Amando un poco más las cosas, la piedra, el árbol
El verso retorna al corazón y el sonido, eso importante,
Cuyo tronco es para ti una puerta, o una dorada espuma,
Va declarándose en el aire y entonces confiando le pronuncias
Mientras el sol sigue buscando y las hojas renacen a otro verde.
En ese momento sabes que hay voces en el viento y en la tierra.
Las escuchas, pero no con alarma, no con prisa. Esperas
El rumor de aliento, el entusiasmo, la risa verdadera.
Y las flores del campo. Con ellas nos iremos. El sol sigue
Su camino por el río y la ciudad. No te pierdas
El paso entre la nube y tus pies.
Es también la cuerda entre el gigante y la tierra.
Asciende, que el corazón te lleve
Lejos donde hay cima sin neblina
Y reposa hermoso aquel palacio.

El sendero no es la exterioridad del signo, en él tú no buscas
Ser contemplado por el rito, la presencia de lo fabricado.
Es la comprensión de tu lugar en este gran lugar,
Hacerse acorde al movimiento de la luz.

La humildad de la flor cuando le acaricia el rocío.
El paso de la gota en las cenizas del cielo, ya de noche,
Pronto, pronto se hará perla, ha tocado a la puerta
Y en el umbral se han abierto con ternura las certezas.



4


Ver y darse puede ser la vida.

Una araña en el agua, el pino en la ventana.

La noche de tu amor con su esplendor.
El hilo de oro de los mundos.

Y la luna una caricia en la penumbra.
Tu mano,
el claro movimiento, la sonrisa.
Una canción: la copa, el cristal y la estrella,

El rostro,
el mar, cómo decirlo.

La luz negra, la luz blanca,
la luz y el aire.

Sueño tus ojos: la noche del bosque.
Si me siento estoy atento al segundo.
El segundo no existe. Me lo vuelvo a decir.

La luna, tu cuerpo en la hierba y el manto.

Mientras va llegando el crepúsculo
Un ave atraviesa el cielo,
Va de un edificio al árbol, no sabe de cables
De metralla.
No le abarcan del todo mis cinco sentidos.
Viaja.
Inmensidad del gozo.
¿Cómo ríes? ¿Cómo cantas?
.

Estoy cantando y ríes.

1 comentario:

Circuit of Art dijo...

buenos versos los tuyos florentino