jueves, 20 de diciembre de 2007

Un texto de Sábato

Revista ATENEAAño 32, vol. 121, nº 360 (Concepción, Chile) Junio de 1955 (pag. 361 a 369)
Poderío e impotencia de Einstein
por ERNESTO SABATO
La muerte del creador de la relatividad ha acongojado con razón a los espíritus generosos, pues, por encima de toda otra consideración, se sintió que había desaparecido un genio lleno de bondad, tolerante y puro; un ser asombroso en estos tiempos de campos de concentración que mirábamos hacia él con incredulidad.
No es sobre este aspecto de la personalidad de Einstein que nos parece necesario meditar, por lo evidente. Es sobre dos o tres hechos y opiniones, muy difundidos ya antes de la muerte del sabio, pero que ahora los periódicos han terminado de consagrar. En primer término, la creencia de que era el mayor genio del siglo. ¿Por qué una afirmación tan terminante, la mayor parte de las veces por profanos que están lejos de comprender sus teorías, o por especia- listas científicos que difícilmente admitan o intuyan la genialidad de creadores artísticos o literarios? ¿ Y por qué ese unánime y curioso asentimiento popular a una afirmación tan categórica como difícil de probar?
Es imprescindible plantearse estos interrogantes, que tal vez sorprendan y hasta irriten a muchos lectores, para llegar al núcleo de uno de los más trascendentales problemas de nuestro tiempo: el del poderío y la limitación del conocimiento científico. Nadie protesta por esa decretada primacía de la actividad científica, nadie se atreve a anteponer o por lo menos a aparejar, los nombres de Joyce, Kafka, Proust, Strawinsky, Ravel o Schoenberg al nombre de Einstein. ¿Por qué? Este es el gran misterio que debe ser aclarado. Y, de paso, otro misterio más vinculado a la existencia del gran sabio desaparecido: su confesión de que hubiera preferido ser plomero o haberse dedicado a cualquier otra actividad manual; declaración que en él no constituía una pose y que notoriamente estaba vinculada a su tristeza de los últimos tiempos, a su sensación de impotencia frente a las consecuencias de la bomba atómica.
Si no queremos incurrir en los cómodos lugares comunes necrológicos sobre un genio en tantos sentidos tan admirable, atrevámonos a enfrentar esos interro- gantes.
LA OSCURIDAD DE LA CIENCIA
Hay dos atributos que siempre confieren prestigio ante las masas: la oscuridad y el poder. Ambos los posee la ciencia en grado supremo, y son la causa de la nueva idolatría.
Durante siglos, el hombre de la calle tuvo más fe en la hechicería que en el conocimiento científico para ganarse la vida, Kepler debió trabajar de astrólogo; hoy, los astrólogos anuncian en los diarios que sus procedimientos son estrictamente científicos. El ciudadano cree con fervor en la nueva magia; y las mujeres, confundiendo las reivindicaciones feministas con el poder atómico, el sufragio universal con la penetración de las radiaciones del polonio, proclaman la genialidad de Madame Curie.
Pero, como ya lo había intuido Heráclito de Efeso, todo marcha hacia su contrario, y en virtud de esa extraña oniontiodromía, cuando todo el mundo se pone de rodillas ante la Ciencia, por una melancólica paradoja, algunos de sus más lucidos representantes empiezan a no creer en ella. El genial matemático y filósofo Whitehead nos advierte entonces que la ciencia debe aprender de... la poesía; y que cuando un poeta canta las bellezas del cielo y de la tierra no expresa fantasías de una ingenua concepción del mundo, sino los hechos concretos de la realidad, que habían sido desnaturalizados por el análisis científico. Que es aproximadamente lo que los existencialistas incriminan a todas las formas del racionalismo.
Ese proceso de desnaturalización de los hechos concretos a que se refiere el filósofo inglés se debe a la abstracción del conocimiento científico. Y esa abstracción es la raíz de su oscuridad, y por lo tanto de su prestigio popular.
Einstein logró un prestigio que nunca alcanzó Galileo, pues en aquel tiempo la ciencia estaba aún al alcance de las mentalidades comunes; el arrojar dos piedras desde lo alto de una torre era un acontecimiento más apropiado para divertir a los estudiantes que para dar renombre filosófico; y así, mientras las travesuras de Galileo eran motivo de jarana entre los muchachos de la Universidad de Pisa, los profesores que repetían como loros las enigmáticas proposiciones de la escolástica incrementaban su fama de profundos pensadores. Luego la ciencia evolucionó rápidamente hacia la abstracción, aumentando en forma correlativa su oscuridad y ganando por la misma causa el ascendiente que antes el vulgo o reservaba para la magia o la teología. La fama creció en razón inversa a la compresión, alcanzando por fin la cima en la persona de Albert Einstein, el hombre que seguramente fue más respetado en nuestros tiempos, por haber sido el menos comprendido. Ya Tácito dijo (Hist. 1,2) que "el espíritu humano tiende a creer con mejor voluntad las cosas que son oscuras".
LAS CAUSAS DE LA OSCURIDAD
Analicemos un poco más de cerca la oscuridad científica. La diferencia esencial entre el conocimiento vulgar y el científico es que el primero se refiere a hechos particulares y el segundo a hechos generales. Cuando afirmamos que la chimenea es agradable en invierno, estamos formulando un conocimiento; pero este conocimiento no alcanza todavía la jerarquía científica: es apenas la expresión de una verdad particular, concreta y casi efectiva, una verdad que hasta nos trae reminiscencias de Dickens. El hombre de ciencia deja de lado esas triviales asociaciones hogareñas y, después de proveerse de algunos instrumentos graduados, verificará que la chimenea tiene mayor temperatura que el medio ambiente y que el calor pasa de la leña en combustión a las personas que se hallan en su cercanía. Después, y en la misma forma, examinará el contenido de otras afirmaciones parecidas, formuladas con la misma irresponsabilidad científica que la anterior: "la plancha quema", "las personas que se retardan toman el té frío", "ande yo caliente y ríase la gente", etcétera. Implacablemente reunirá por fin todas esas frases con una única y seca proposición: "El calor pasa de los cuerpos de mayor temperatura a los de menor temperatura". Pero no se detendrá ahí, pues esa frase es todavía demasiado concreta y accesible a la mente común: el desiderátum del científico es anunciar juicios tan generales que nadie los entienda; eso se logra con la ayuda de las matemáticas. Sólo queda tranquilo cuando la transparente proposición anterior puede ser convertida en algo tan críptico como "la entropía de un sistema aislado aumenta constantemente". En este instante —cosa digna de ser meditada por psicólogos y personas que aspiran a la demagogia— es cuando el sabio empieza realmente a despertar la pasión amorosa del profano. Tal vez por el mismo proceso psicológico por el cual no hay grande hombre para el valet de chambre. Mientras los físicos hablaban de piedras que caen, balas de cañón y torres o pozos, nadie se inmutaba mayormente: pero cuando Einstein logró generalizar esos conocimientos diciendo que "el tensor G es nulo", la gente de la calle dio vuelta la cabeza con estupor y corrió a arrodillarse ante el hombre que había emitido una idea tan asombrosa. ¡Qué lástima que Moliere se haya perdido una escena semejante!
Muy pocos corren a prosternarse, en cambio, ante Tolstoi o Stendhal. Leemos una página de Rojo y Negro y tenemos la curiosa creencia de que cualquiera de nosotros sería capaz de escribir algo parecido; pero tropezamos con una frase como "el tensor G es nulo" y nos ponemos a temblar de pavor y sentimiento de inferioridad.
Aunque parezca increíble, esa actitud se debe a que la matemática es el tipo de conocimiento más sencillo que existe. Precisamente por su simplicidad, las equivocaciones en un razonamiento matemático quedan a la vista: no hay muchos lugares donde ocultarse en un triángulo o en un paraboloide; mientras que en la complejísima realidad de la psicología o de la política es muy arduo distinguir lo verdadero de lo falso, con el resultado de que cualquier tonto se siente en condiciones para escribir una novela, y cualquier audaz puede engañar políticamente a un pueblo. Razones en suma semejantes a las que favorecen los asaltos y crímenes durante la noche.
Y el lenguaje esotérico de la ciencia influye para que el fenómeno psicológico se complete: mientras que la buena literatura se expresa siempre con palabras tan familiares como casa o lluvia, palabras que jamás impresionan a las gentes comunes (como bien lo saben círculos políticos y ciertos malos escritores, que no vacilan en reemplazarlos por inmuebles y precipitaciones pluviales), la ciencia se expresa con palabras tan enigmáticas como geodésica o entropía, ante cuya sola pronunciación los profanos caen en éxtasis, como los negros del África Central ante las palabras esotéricas del brujo.
EL PODER DE LA CIENCIA
Y al lado de la oscuridad, el poder, la otra causa del fetichismo científico. El poderío de la ciencia, otra paradoja más, se debe precisamente a su abstracción. La creencia de que la potencia está unida a la fuerza material es propia de personas sin imaginación. Para ellos, siempre una cachiporra será más eficaz que un logaritmo, un lingote de oro más que una letra de cambio. Para refutarlas, bastaría mostrarles una guerra moderna, que no se organiza con garrotes sino con logaritmos. El imperio del hombre sobre el mundo exterior se multiplicó desde que los italianos empezaron a reemplazar esos groseros instrumentos y los difícilmente transportables lingotes de oro por los símbolos algebraicos y las letras de cambio. Cuando un mercader debía viajar de Milán a Brujas a través de territorios plagados de caballeros empobrecidos y ladrones, hubo de inventar algún procedimiento ingenioso que le evitase cargar con lingotes para sus compras en Brujas; de modo que cuando por primera (y última) vez aquellos nobles bandoleros arruinados por la burguesía asaltaban al precavido mercader, se encontraban con un papel abstracto que les era absolutamente inútil para sus fines: porque si una letra de cambio servía para movilizar una flota en el Mar del Norte era en cambio totalmente inapta para alimentar las huestes hambrientas del noble salteador.
La ciencia y el capitalismo nacieron y se desarrollaron juntos, gracias a la abstracción cada vez mayor de sus instrumentos. Y de la misma manera que un financista que jamás ha visto un grano de trigo tiene más poder sobre el cereal que el chacarero que lo cultivó, y puede mover el mercado triguero desde su escritorio con un golpe de teléfono; el científico puede devastar una ciudad entera con una bomba atómica con sólo apretar un botón, sin haber usado nunca una bayoneta. A medida que la ciencia se hizo más abstracta y, en consecuencia, más alejada de los problemas y palabras cotidianos, su utilidad y su poderío aumentaron en la misma proporción. Porque una teoría tiene más aplicaciones cuanto más abarca, cuanto más universal es; y, por lo tanto, cuanto más abstracta, ya que lo concreto se pierde con lo particular.
LA TRAGICA FALACIA
Pero aquí empiezan las tribulaciones de la ciencia, esa añoranza de la poesía que valientemente manifestó Whitehead. Su dominio se adquiere merced a un pacto con el diablo, pues se logra a costa de una progresiva evanescencia del universo: la ciencia llega a ser monarca, en efecto; pero cuando lo alcanza, su reino es apenas un reino de fantasmas. A medida que se tan unificando los hechos más opuestos, también van desapareciendo los atributos concretos que los distinguen, y la riqueza de la realidad va como evaporándose en el laboratorio y en el razonamiento. Y el Universo se va transformando, de un conjunto de montañas, pájaros, flores, cacerías y luchas sociales, en un conglomerado de sinusoides, letras griegas, tensores y ondas de probabilidad. Y, lo que es peor: nada más que en eso.
La trágica falacia es sostener que ese fantasma matemático es la realidad, la única y verdadera realidad. Falacia primero sostenida por los científicos y finalmente acatada por el pueblo. Frente a la infinita riqueza del universo, los fundadores de la ciencia positiva seleccionaron los atributos cuantificables: la masa, el peso, la forma geométrica, etc. Y llegaron al convencimiento de que la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos, como Galileo afirmó. Cuando lo que está escrito en caracteres matemáticos no es la naturaleza, sino... la estructura matemática de la naturaleza. Perogrullada tan brillante como la de sostener que el esqueleto de los animales tiene caracteres esqueléticos. No era, pues la rica realidad exterior la que expresaban los científicos con el lenguaje matemático, sino apenas su fantasma pitagórico. Y lo que de ese modo conocíamos del universo era más o menos lo que un habitante de Buenos Aires puede conocer de París examinando su plano y su guía telefónica; o lo que un sordo de nacimiento puede intuir de una sinfonía leyendo la partitura.
La raíz de esta falacia reside en que nuestra civilización está dominada por la cantidad y ha terminado por parecernos que lo único real es lo cuantitativo, siendo lo demás pura y engañosa ilusión de nuestros sentidos. Pero como la ley matemática confiere poder, todos creyeron que los matemáticos y los físicos tenían la clave de la realidad. Y los adoraron. Tanto más cuanto menos los entendían.
Einstein completó la transformación del universo físico en un fantasma matemático. Antes, al menos, los cuerpos eran persistentes trozos de materia que se movían en el espacio. Ahora, el universo es un conjunto de "sucesos" y la materia una mera expresión de la curvatura cósmica. Otros relativistas piensan, además, que no hay pasado, ni presente, ni futuro: como en Platón, el tiempo sería una ilusión más del hombre y las cosas que cree amar y las vidas que parecen transcurrir a su alrededor sólo serían imprecisas y fugaces fantasmagorías.
De esa manera, la ciencia fue resultando cada vez más ajena a todo lo que de más valioso existe para un ser humano: sus emociones ante la belleza y la justicia, sus sentimientos ante el bien y el mal, sus problemas ante la soledad y la muerte. Si el mundo matemático fuese el único real, no sólo sería ilusorio el sueño que soñamos mientras dormimos, sino el que soñamos cuando nos creemos despiertos.
EL FIN DE UNA ERA
Pero eso no es todo, todavía. Einstein quería ser plomero, después de haber provocado el estupor del mundo. Estaba triste y caminaba por las calles de Princeton agobiado, melancólicamente pensativo sobre los gobiernos de la tierra que se disponen a aniquilar el planeta entero con esa mezcla de miopía y estupidez que se suele .llamar sagacidad de estadistas. Bueno ¿y qué? ¿Esperaba Einstein alguna otra cosa de su ciencia? Sí, claro que sí. Como la mayor parte de los hombres de ciencia del pasado (de este pasado que muchos creen que es el futuro), imaginó que el conocimiento científico iba a resolver todos los problemas del cielo y de la tierra, todos los enigmas físicos y metafísicos. Ya es algo que los científicos se empiecen a entristecer: mucho más grave era cuando montaban sus aparatos con esa mezcla de alegría y vanidad que solían exhibir (y que aún, siguen exhibiendo en su buena mayoría, porque las eras no terminan para todos al mismo tiempo). Ya es algo que ahora nos encontremos con sabios como Oppenheimer, que se niegan a dirigir la Bomba H; o con pobres infelices como Fuchs, que, en su desesperación, cambian la ciencia por el espionaje. Einstein no llegó a añorar la profesión de espía: se limitó a añorar la de plomero; pero en el fondo su desesperación e impotencia era similar. Bien venido este guilty feeling que, por fin, parece indicar que los hombres de ciencia empiezan a comprender su gigantesca insignificancia y su responsabilidad en cl mundo abstracto que han desencadenado, y que no pueden dominar; porque ese mundo se formó y creció junto a un hermano de siniestra catadura el estado moderno. El mundo de hoy se desarrolló a impulsos de sus fuerzas que condujeron a la abstracción y a la cantidad: el dinero y la razón. Y el capitalismo y la ciencia crecieron simultáneamente y conquistaron el dominio del Mundo. Pero a costa de una trágica dicotomía, a una tremenda aniquilación de la realidad concreta del ser humano. Pues mientras por un lado se ha erigido un universo de símbolos matemáticos, por el otro, y dominado por esos símbolos, el hombre de carne y hueso se fue convirtiendo en el hombre-cosa, hasta descender a la humilde condición del héroe kafkiano. Y no sólo el hombre de la calle ha sido esclavizado por la gigantesca maquinaria, sino que también los científicos terminaron por convertirse en engranajes impotentes de esa maquinaria que habían contribuido a montar. Que no se disgusten demasiado, pues, los Oppenheimer y los Fuchs, ya que al fin de cuentas fueron los hombres como ellos los que en última instancia tienen la histórica responsabilidad de esta esclavitud.
No todo es, sin embargo, entristecedor en esta situación. Cuando los valores de una civilización materialista son reducidos a términos tan extremos, el hombre empieza a estar preparado para advertir otro género de convivencia. El derrumbe de esta civilización tecnolátrica, la paradojal impotencia de la ciencia actual, justamente en su momento de mayor esplendor, servirán para abrirnos de una vez los ojos ante la realidad más profunda.
Y no caigamos ahora en la ingenuidad de imaginar que la crisis de la ciencia no es una mera crisis de impotencia frente al superestado que la esclaviza para sus fines, y que en otro tipo de sociedad seguirá su marcha hacia adelante. No, la circunstancia histórica ha servido para revelar que la inoperancia y la limitación del pensamiento científico son más profundos y que están relacionados a su esencia misma, a su desdén por lo particular y lo concreto, a su exaltación de la Razón Pura y al menosprecio cartesiano por lo corporal y emocional. El hombre no es Razón Pura, sino una oscura, una misteriosa, una atribulada mezcla de razón, de emoción y de voluntad; una dramática pero maravillosa combinación de espíritu y materia, de alma y de cuerpo. La Ciencia pretendió desconocer y subestimar esta condición, que es la condición humana. Por eso tenía que llevar a un inmenso fracaso, tal como espíritus supremos lo intuyeron, desde Kierkegaard hasta Dostoiewski. Si esta crisis que la ciencia ha contribuido a preparar es superada, si no somos aniquilados por las bombas atómicas habrá llegado el momento histórico de poner a la ciencia en el lugar que le corresponde. Lugar admirable, sin duda, pero estrictamente demarcado.

Buenos Aires, abril de 1955.
(C) "Atenea" 1955.


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jueves, 6 de diciembre de 2007

Un verso para la luna

Y tuve el viaje que despierta a un loco,
Con el raro sentir de los membrillos,
Mirando cómo estaba en aquel libro
Tu nombre hecho poema con el alba.
Ahí mezclado se encontraba, feliz
Tejido a la sombra y al vacío, al cuento
Escrito por un otro en los silencios
De algún sueño, alguna noche errante
Donde temblaron corazón y rostro.
Ese mismo temblor me dio al buscarte
Amplia la casa, desde abajo la luz.
Y mientras las hojas retornaban suaves,
Una a una, Algo, el esplendor del aire,
Las certezas, todo era transformado
Aún la visión de valles más excelsos.

Sin querer he recordado, aquella voz,
El suelo, tantas puertas, esa calle.
Y la mujer diurna sin dormir
Hablando de los modos y los males
De cómo vamos viendo divisiones…
Hablaba de tus ojos el poema
La miel de la aurora, esos encuentros
Que frágiles acuden al destello
La primera luz, rayo deslumbrante,
Que al alma entrega sus mejores flores.
De pronto vi mi corazón en llamas
Irse tan lejos donde no hay palabras
Cual una ola extinta en el oriente.


lunes, 3 de diciembre de 2007

Lo más reciente

Un encuentro con los ancestros.
Con motivo de la Primera Cumbre Mundial de Armonización en Medicina Tradicional, Alternativa y Complementaria.

Florentino Díaz Ahumada



Del 11 al 15 de noviembre de la pasada semana se realizó en el colegio Médico del Perú, en su sede de Miraflores, la primera Cumbre Mundial de Armonización en Medicina Tradicional, Alternativa y Complementaria, una verdadera confluencia de múltiples personalidades y estudiosos de las distintas formas tradicionales de medicina de cada lugar del planeta. El encuentro fue una verdadera sorpresa por el empeño y la impecabilidad de los organizadores en cuanto a la flexibilidad y contenido de las ponencias, así como la afluencia de ponentes invitados de 20 países del mundo.
Esta cumbre tenía como objetivo contemplar una manera de informar y hacer conocer a los médicos y otros profesionales de la salud, las formas en cómo las otras tradiciones, mucho más antiguas, como la medicina tradicional china, la medicina de la tradición prehispánica latinoamericana, las formas de fitoterapia y la terapia neural podían ser una clara opción de aporte en la salud pública del mundo. El evento no sólo constó de la cumbre sino de una serie de cursos pre cumbre y otros cursos post cumbre sobre acupuntura, terapia neural y fitoterapia.
Los temas que se abordaron fueron los siguientes:
El Estado Actual de la Medicina tradicional, alternativa y complementaria. La Formación y capacitación en MTAC, sus aplicaciones y el bio-comercio. También se plantearon criterios y metodologías sobre investigación en la MTAC y además la articulación de la MTAC en el sistema oficial de salud de Latinoamérica.
Las jornadas de ponencias fueron largas y, pese a lo acostumbrado al tratarse de este tipo de eventos en otros países con incluso menos días de duración, los asistentes estuvieron atentos al desarrollo de cada ponencia y éstas se llevaron a cabo con mucha tranquilidad y con una actitud de conciliar nuevas propuestas para desenvolver puentes de comunicación.
Lo que si llamó la atención fue la ausencia entre los ponentes de los propios curanderos o chamanes custodios de las respectivas tradiciones tanto en el uso de plantas como de curación a través de las manos y la palabra. A excepción del maestro José Luis Padilla, el Dr Payan o el maestro Alfredo Zenteno, nos dio la impresión de que era una cumbre hecha por médicos para médicos y que había, y la hay ciertamente, una preocupación por abrirse a las evidencias que plantean la diversidad de gente que se trata con este tipo de medicina, sin embargo debemos aclarar que este “acercamiento” se emprende desde una postura que, lamentablemente caracteriza un aspecto muy fuerte de la superstición científica, como lo llamaría Martin Lings en su excelente volumen Creencias Antiguas y Supersticiones Modernas, y es la de adjudicarse al criterio científico como el único criterio verdadero con el cual entender y hacer valer las cosas, cuando los acontecimientos y las curaciones, en este caso, se dan sin ninguna necesidad de legitimización por parte del criterio científico.
Es así que al caerse en el juego de un lenguaje, una forma de pensar dominante, como es la del caso del llamado criterio científico, se empiece a reclamar desde hace algunos años el cómo y el porqué del funcionamiento de ciertas aplicaciones de la medicina tradicional que, además, fue puesto en el tapete por parte de algunas ponencias, al expresarse en la pregunta de por qué habría de llamarlas “alternativas”, siendo mucho más antiguas que la medicina moderna, y además según las estadísticas, a las que son tan aficionados nuestro contemporáneos, casi el 80% de la población del país se atiende con las llamadas MTAC y son muchos los que encuentran soluciones para sus dificultades de salud. Otro punto a aclarar es la actitud de “regulador” en el esquema del lenguaje dominante, al pretender valerse de criterios más que acertados para que el ingenuo ciudadano de a pie no sea arrastrado por algunos poco serios practicantes de estas medicinas. Cuando se sabe que los pacientes acuden por recomendación de otros y así, de por sí, es muy difícil que la gente insista en un lugar donde se siente mal atendido.
Podríamos llamar a la reflexión sobre estas cuestiones en una reunión que se caracterizó por una franca hospitalidad y un afianzamiento del interés por ir conociendo un poco más de las propuestas de los discursos no preponderantes, de las palabras ancestrales y de sus mensajes y posibilidades para una humanidad que reclama con urgencia un cambio a fondo de sentido, que trascienda y transforme el estilo de vida imperante de un capitalismo y un consumo voraz, causante de enfermedades cardiovasculares o mentales en el llamado primer mundo o de enfermedades infecciosas en el mundo de los pobres, y se transforme también el lenguaje de todo los días: la violencia, que terminan provocando las llamadas enfermedades psiquiátricas, las tumorales o las autoinmunes o autoagresivas.
No es casualidad que se haya celebrado en el Perú, país donde desde hace muchos años se han llevado importantes trabajos de investigación sobre la medicina prehispánica como los del doctor Fernando Cabieses, condecorado como evento inicial de la Cumbre, los de David Alvarado y la dra. Martha Villar, entre otros. Y contando como sucede en este país con una biodiversidad que abarcaría los climas y especies de casi el 80 % del planeta, no es extraño, reiteramos, que se haga eco oficial aquí de una forma de abordar la crisis actual de nuestra vivencia en el planeta.
Habrá regulaciones, sí, pero desde ya se empiezan a vislumbrar que los que antes se sentían tan seguros con sus propios criterios ahora ya acercan la mirada un poco más para afuera y los que antes se sentían casi a solas con sus viejas tradiciones se sienten preguntados, consultados y eso es generar la posibilidad de un proyecto común, es generar también un proyecto que al involucrar la salud, se está involucrando el sentido medular del hombre, se involucra al arte, la política en su más pura acepción da búsqueda del bienestar de la polis, la generación de criterios “bondadosos”, como bien señalaba el Dr. Padilla o de un nuevo planteamiento ante una sociedad “alegrofóbica”, en palabras del Dr. Payán, la formación de seres capaces de convivir en una verdadera solidaridad y un asombro creciente por la maravilla de la experiencia de la vida, un entendimiento creativo de su dimensión en el universo.

A continuación, como parte de una serie de artículos acerca de este evento y sus dimensiones, compartimos con nuestro lectores la entrevista realizada a uno de los ponentes de la cumbre.



Entrevista con el dr. José Luís Padilla Corral, médico acupuntor, psiquiatra, fundador de la Escuela Nei Jing y el centro de investigación de las medicinas tradicionales.
El sábado 10 de noviembre del 2007


Maestro Padilla, ¿Cuáles son sus impresiones sobre esta cumbre mundial, sobre las consecuencias en la investigación y la aplicación así como en la formación de la medicina tradicional?
Bien yo creo que se ha hecho por parte del Perú y por el comité organizador un gran esfuerzo por aunar y mostrar una voluntad, por querer rescatar estas medicinas tradicionales complementarias o alternativas, y poner en evidencia su necesidad y aplicabilidad en todo el mundo, en todos los habitantes de este planeta. En ese sentido todas las ponencias hasta ahora vistas están muy cimentadas y muy elaboradas y muy bien preparadas diría yo. Obviamente cada uno tendrá su interés más en unos aspectos legales, administrativos, históricos, porque ha habido de todo, pero la sensación global es que hay ganas de querer cambiar las cosas y darles otro giro.Y eso desde el punto de vista de la salud siempre es importante.

Dr. Padilla y dentro de la medicina tradicional que apela a una concepción de otro orden en la amplísima realidad ¿de qué manera nos podemos relacionar con eso mágico, con eso más allá de la razón, en un contexto de ciudad, en esta cultura donde se trata de explicarlo todo solamente a través de lo racional?

Bueno creo que efectivamente no es fácil buscar un nivel de espiritualidad, simplemente sosiego, en una ciudad como las que tenemos que vivir, Así que yo creo que tenemos que recurrir a cosas tan sencillas como unos minutos de meditación, las enseñanzas que nos transmite oriente como el Tai Chi, el Qi Gong, para llevar lo que nos toca, porque no elegimos nosotros dónde nacer, qué hacer, pues hay una marea inteligente que nos lleva de un sitio para otro, ¿no? Y lo importante es que estemos con una buena disposición y una buena capacidad para poder contribuir luego cada uno en esta VIDA sea en la sanación, sea en lo que sea.

Y en esa contribución, en ese proyecto, ¿es viable la política, la acción política, en el sentido de una participación de la comunidad para realizar este proyecto o es la participación de otro modo, otra naturaleza?

Bueno si se refiere a la política estatal, de estado, pues siempre va a estatificar, siempre va a inmovilizar a la población, pues es parte de su cometido: tener a todos bien controlados y que nadie se salga de la norma. Ahora si hablamos de una acción social de grupos más pequeños en los que la gente se conozcan, puedan empezar, sin enfrentarse con el sistema, haciendo otras cosas, y ganando respetabilidad y criterios de bondad, pues sí es necesario irse agrupando. Pero yo no creo que por lo menos hasta ahora como iniciativa propia de los poderes del estado, se dé un beneficio para la población. Estos responden porque ya la gente se les echa encima, o porque ya no se les puede robar más, pues entonces hay que dar algo.

Y en esas criterios de bondad, en ese desarrollo de esos criterios, la alegría de vivir, ¿cómo sintonizarse, en ello, en la alegría de vivir?

Yo creo que hay que promover mucho el sentido del humor, porque sin humor esto no hay quien lo aguante. Reírse de las desgracias, de Al Gore, de la gripe aviar, pues con un poco de humor se llevan mejor las cosas, y se establece otro tipo de lenguaje y que no sea ése, el lenguaje establecido, como decía usted hace unos momentos solamente el único, por ejemplo: si no hay una violencia, nadie te escucha. Entonces quedas como un incapaz. Yo creo que el sentido del humor, aunque te puedan tachar de payaso, o de idota o cualquier otra cosa, es preferible a que te tachen de maltratador de mujeres, de niños y así con ese poco de humor vayamos manteniendo la poca esperanza que hay.

En esa esperanza y humor ¿cómo entraría el sentido poético?

Es que el humor es poesía, como el chiste, el piropo, Si un día quitáramos la poesía de nuestras vidas habríamos muerto en cierta medida, Pero la poesía trata de aportar mucho, pero no tiene espacio, no se le da espacio. Porque es preferible una novela, un play station, cuando realmente resulta curioso que los astrofísicos usan el lenguaje poético, porque ya el lenguaje científico se agota y tienen que recurrir a las “cuerdas”, “enredos”, que explican un poco la visión cuántica de la vida y la poesía tiene que estar ahí como un elemento primordial y debería enseñarse a los médicos, antes de ser médicos, a ser poetas, para que tuvieran la suficiente fuerza y vigor para transmitir al enfermo, realmente, sus recursos y las posibilidades que tiene.


Y en esa transmisión cómo podría sugerir sintonizarse con el sentido orante

Bueno, creo que usted está haciendo referencia a una actividad que nosotros realizamos en la escuela Nei Jing. Creo que se sea o no creyente de lo que sea, es fácil darse cuenta que orbitamos en un universo muy desconocido, incluso ni somos de la Vía Láctea, como en recientes estudios se dice, ya que se acaba de descubrir que somos los restos de una galaxia extinta. Y bueno, a poco que se mire uno, deduce que hay algo más que uno mismo y todo ese orden y caos, (depende como se mire será orden o caos), está condicionando el fenómeno excepcional que es la vida y ante eso las culturas han establecido plegarias, rituales chamánicos, luego religiones que son las ultimas depositarias de las oraciones como una manera de contactar con esa creación. Y al igual que se mandan cohetes o señales de que aquí existe una civilización, etc, yo creo que en el ánima de todos está querer comunicarse con toda esa fuerza que nos envuelve. Y de ahí surge esa idea de orando en lo creador, en la creación, que luego después algunos concretizan en la palabra “Dios” o “Diosa”. Y, bueno, yo creo que es una necesidad y sobre todo cuando se sabe un poquito, te das cuenta que no estabas en tu pueblo, que no sólo es tu ciudad y tu país, sino que estás inmerso en un universo absolutamente desbordante, ¿no?, pues por lo menos puedes decir “Hey, estoy aquí”
Y yo creo que contestan.