Bahaudin Naqshband
Un hombre se presentó ante Bahaudin Naqshband, y le dijo:
- He viajado de un maestro a otro y he estudiado muchas Vías de Conocimiento, y todas ellas me han resultado de mucho provecho y me han producido beneficios de todo tipo. Ahora deseo ser uno de tus discípulos, para poder beber del pozo del conocimiento y así avanzar cada vez más en la Tariqa, la Vía Mística.
Bahaudin, en lugar de responder directamente a lo que había oído, mandó que sirvieran la cena. Cuando trajeron la fuente con el arroz y el estofado de carne, insistió en que su invitado se sirviera plato tras plato. Después le ofreció fruta y pasteles, y ordenó que se le trajera más pilau, y más y más platos de comida, verduras, ensaladas, y dulces.
Al principio, el hombre se sintió halagado, y como Bahaudin daba muestras de placer a cada bocado que él daba, comió todo lo que pudo. Cuando disminuyó el ritmo con el que estaba comiendo, el sheik sufí pareció molesto, y para impedir su disgusto, el desgraciado se comió prácticamente otro almuerzo.
Cuando fue incapaz de tragarse ni siquiera un grano de arroz más, y se recostó en un almohadón con un gran malestar, Bahaudin se dirigió a él con estas palabras:
- Cuando viniste a verme, estabas tan lleno de enseñanzas indigestas como lo estás ahora de carne, arroz y fruta. Te sentías mal, y como no estabas acostumbrado al auténtico malestar espiritual, pensaste que se trataba de hambre de más conocimiento. Tu verdadera condición era la indigestión. Puedo enseñarte si a partir de ahora sigues mis indicaciones y te quedas aquí conmigo haciendo la digestión. La harás mediante unas actividades que no te parecerán iniciáticas, pero que actuarán como si tomaras algo para digerir la comida y transformarla en alimento y no en peso.
El hombre aceptó. Años más tarde contó su historia, cuando se hizo famoso, siendo conocido como el gran maestro sufí Khalil Ashrafzada.
Cuento 2
Dice la tradición china que un hombre caminaba lentamente bajo la lluvia. Un transeunte le preguntó:
- ¿Por qué no caminas más aprisa?
- También llueve adelante - contestó el hombre.
Cuento 3
Un día el hijo de Nasrudín le dijo a su padre:
- Esta noche he soñado que me dabas cien dinares.
- Perfecto - dijo el Mullá - como eres un niño muy bueno, puedes quedártelos. Cómprate lo que quieras.
Observación
Un científico examina una pulga colocada cerca de él. Le ordena:
- ¡Salta! - y la pulga salta.
El científico escribe en una hoja de papel: Cuando se le dice a una pulga que salte, salta.
Entonces coge la pulga y, con mucho cuidado, le arranca las patas. La vuelve a dejar en el mismo sitio y le ordena:
- ¡Salta!
La pulga no se mueve. Entonces el científico anota en la hoja de papel: Cuando se le arrancan las patas a una pulga, se vuelve sorda.
Cuento 5
Un escultor pidió que le llevaran un gran bloque de piedra a su taller y se puso a trabajar en él. Unos meses más tarde terminaba la escultura de un caballo. Un niño que le había observado trabajar le preguntó:
- ¿Cómo sabías que había un caballo dentro de la piedra?
Cielo e Infierno
En aquel tiempo, dice una antigua leyenda china, un discípulo preguntó al vidente:
- Maestro, ¿cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
Y el vidente respondió:
- Es muy pequeña y sin embargo de grandes consecuencias. Vi un gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. En su derredor había muchos hombres hambrientos casi a punto de morir. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable.
Y eso era el Infierno.
Vi otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor de él había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad. No podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz pero no conseguían llevarlo a la propia boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. Pero con sus largos palillos, en vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz. Y así acallaban su hambre insaciable en una gran comunión fraterna, juntos y solidarios, gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas, en casa.
Y eso era el cielo
Cuento 7
- ¿Cómo puedo ayudar al mundo?
- Comprendiéndolo - replicó el Maestro.
- ¿Y cómo puedo comprenderlo?
- Apartándote de él.
- Pero, entonces, ¿cómo voy a servir a la humanidad?
- Comprendiéndote a ti mismo.
UNa muestra de la Revolución de los Peces
Hace 17 años