jueves, 11 de septiembre de 2008

taller cuentacuentos

Bahaudin Naqshband


Un hombre se presentó ante Bahaudin Naqshband, y le dijo:
- He viajado de un maestro a otro y he estudiado muchas Vías de Conocimiento, y todas ellas me han resultado de mucho provecho y me han producido beneficios de todo tipo. Ahora deseo ser uno de tus discípulos, para poder beber del pozo del conocimiento y así avanzar cada vez más en la Tariqa, la Vía Mística.
Bahaudin, en lugar de responder directamente a lo que había oído, mandó que sirvieran la cena. Cuando trajeron la fuente con el arroz y el estofado de carne, insistió en que su invitado se sirviera plato tras plato. Después le ofreció fruta y pasteles, y ordenó que se le trajera más pilau, y más y más platos de comida, verduras, ensaladas, y dulces.
Al principio, el hombre se sintió halagado, y como Bahaudin daba muestras de placer a cada bocado que él daba, comió todo lo que pudo. Cuando disminuyó el ritmo con el que estaba comiendo, el sheik sufí pareció molesto, y para impedir su disgusto, el desgraciado se comió prácticamente otro almuerzo.
Cuando fue incapaz de tragarse ni siquiera un grano de arroz más, y se recostó en un almohadón con un gran malestar, Bahaudin se dirigió a él con estas palabras:
- Cuando viniste a verme, estabas tan lleno de enseñanzas indigestas como lo estás ahora de carne, arroz y fruta. Te sentías mal, y como no estabas acostumbrado al auténtico malestar espiritual, pensaste que se trataba de hambre de más conocimiento. Tu verdadera condición era la indigestión. Puedo enseñarte si a partir de ahora sigues mis indicaciones y te quedas aquí conmigo haciendo la digestión. La harás mediante unas actividades que no te parecerán iniciáticas, pero que actuarán como si tomaras algo para digerir la comida y transformarla en alimento y no en peso.
El hombre aceptó. Años más tarde contó su historia, cuando se hizo famoso, siendo conocido como el gran maestro sufí Khalil Ashrafzada.


Cuento 2

Dice la tradición china que un hombre caminaba lentamente bajo la lluvia. Un transeunte le preguntó:
- ¿Por qué no caminas más aprisa?
- También llueve adelante - contestó el hombre.



Cuento 3


Un día el hijo de Nasrudín le dijo a su padre:
- Esta noche he soñado que me dabas cien dinares.
- Perfecto - dijo el Mullá - como eres un niño muy bueno, puedes quedártelos. Cómprate lo que quieras.

Observación


Un científico examina una pulga colocada cerca de él. Le ordena:
- ¡Salta! - y la pulga salta.
El científico escribe en una hoja de papel: Cuando se le dice a una pulga que salte, salta.
Entonces coge la pulga y, con mucho cuidado, le arranca las patas. La vuelve a dejar en el mismo sitio y le ordena:
- ¡Salta!
La pulga no se mueve. Entonces el científico anota en la hoja de papel: Cuando se le arrancan las patas a una pulga, se vuelve sorda.



Cuento 5



Un escultor pidió que le llevaran un gran bloque de piedra a su taller y se puso a trabajar en él. Unos meses más tarde terminaba la escultura de un caballo. Un niño que le había observado trabajar le preguntó:
- ¿Cómo sabías que había un caballo dentro de la piedra?



Cielo e Infierno



En aquel tiempo, dice una antigua leyenda china, un discípulo preguntó al vidente:
- Maestro, ¿cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
Y el vidente respondió:
- Es muy pequeña y sin embargo de grandes consecuencias. Vi un gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. En su derredor había muchos hombres hambrientos casi a punto de morir. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable.
Y eso era el Infierno.
Vi otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor de él había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad. No podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz pero no conseguían llevarlo a la propia boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. Pero con sus largos palillos, en vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz. Y así acallaban su hambre insaciable en una gran comunión fraterna, juntos y solidarios, gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas, en casa.
Y eso era el cielo



Cuento 7


- ¿Cómo puedo ayudar al mundo?
- Comprendiéndolo - replicó el Maestro.
- ¿Y cómo puedo comprenderlo?
- Apartándote de él.
- Pero, entonces, ¿cómo voy a servir a la humanidad?
- Comprendiéndote a ti mismo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Cuentacuentos de los Ancestros

Para encender el alma y sus olas.





Y podríamos decir que en el mismo ser está la semilla del cuento…En cada mirada una historia se insinúa, en cada paso, un cuento se abre.Podríamos decir que contar es un testimonio de la alegría de vivir, ese milagro que se ofrece a cada instante, con cada respiración.Podríamos decir también que el cuento es un cuencoCuyas aguas hacen el viaje del cielo y de la tierra, recorren aquel otroCuenco, maravilla de estrellas, llamado corazónY en el sinuoso hilo del gesto, de la palabra, del cuerpo,Comienza sabiéndose en un palacio donde labora, donde haceDe cada hacer una aventura entre bosques y princesas, entre miradas y viajes, entreRecuerdos y luces, cantos y caricias.Podríamos decir además que la luna y el sol, los ríos y el fresco transitar del viento tienen cada uno un cuento, que son ellos los que a nuestras bocas van poniendo las palabras. Que son los seres del mundo los que hablan a nosotros, también seres del mundo, con sus niños, jóvenes y adultos.Que son los cuentos una búsqueda para recordarnos conformes a los hilos del cielo y en concordancia con los hombres con dulzura y prudencia, como quien sabe andar entre las flores.Y así comenzar ese contar, ese decir con anhelo de brillo, ese brillar del corazón al decir.Estos cuentos son de los ancestros que supieron guardar y transmitir aquella alegría de compartir a la luz de las velas. Y son del viento que en su sencillo viaje nos despierta al universo.

Cuentacuentos de los ancestros
Cuentos del Agua encendida
Un cuento del cuento.De tradición universal. A veces nos apuramos… cuento del hombre sabio y el hombre simple.Tradición sufí. La doncella más sabia que el zar.Tradición sufí. Cuento de la generosidad del MagistradoTradición china.Cuento de la chonuna que buscaba la luna, Tradición andina
Cuentos para llamar al cuento.
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jueves, 4 de septiembre de 2008

Conversando sobre el Cuento

Con un cuento podemos ver muchas cosas. Un cuento nos puede enseñar y nos puede acariciar. Son muchos los cuentazos que nos han contado en esta sociedad durante miles de años y que nos ha llevado a vivir del modo en el vivimos: sufrimiento, guerras, dolor, despropósito.
Busquemos propuestas nuevas, buquemos sugerencias, busquemos esperanzas. Si te interesa trabajar con el cuento, aprenderlos, envolverte e incorporar su magia para promover otras condiciones, otras formas de convivencia en la que el entusiasmo sea la pauta, la ilusión, el arte, es decir un cuento para saberse cuenco y verso.
Escribe a florentino14@hotmail.com tu consulta, tu inquietud. Organicémonos para formar grupos donde podamos leer y aprender de los cuentos tradicionales del mundo.

martes, 2 de septiembre de 2008

Cuentacuentos, una necesidad de humanidad

En la luz negra de sonidos silenciosos
emerge la idea de la forma.
Como un pétalo de aroma furtivo
inunda la caverna que albergará el largo
invierno de existencia sostenida.
Y como una campana en una tarde otoñal,
emerge la vida azul de un extenso mar sin fronteras
donde, el sabor fresco del estío
hace recordar la eterna primavera.

Ba Han Shen


El recordar de los cuentos

Florentino Díaz



A lo largo de la historia de la humanidad, desde el momento en que ésta hizo del lenguaje esa expresión que le permitía comunicarse no sólo en las necesidades básicas, sino en las invenciones y recreaciones de la fantasía, del sueño, de la imaginación, el cuento ha recorrido, como ese hilo profundo que se hace raíz en cada cultura, los aspectos más diversos de la vida de los hombres: sus quehaceres, sus anhelos, sus guerras, sus amores y leyendas.
El cuento: esa preciosa expresión de la oralidad de cada grupo humano, se ha ido gestando no sólo como una forma de prolongar hechos o acontecimientos en la memoria de las gentes, sino como una manera fundamental de transmitir respuestas, formas de adaptarse a lo
que cada ambiente, cada vivencia implicaba para los pueblos.
El cuento nos permite entrar en la sintonía de la experiencia íntima de cómo los seres humanos se acercan, conciben e interpretan la realidad que les rodea, la realidad que son ellos mismos.
Por eso acercarse al cuento, escucharlos, aprenderlos, contarlos es una experiencia de ensanchamiento de nuestro horizonte perceptual, de nuestra realidad, de nuestra asentada visión de las cosas. Un cuento es como otro ser, al que se va descubriendo en su textura, en su cualidad de mensajero, mensaje y destino, en su andar de viajero y en su continuidad de aliento que se transforma con el tiempo, pero sin perder la virtud de su esencia.
Así es como tantas historias, tantos relatos se han conservado en estos miles de años, en estos siglos. Aún con la diversidad de culturas, de lenguas, de episodios históricos de cada una, los cuentos han permanecido como una invalorable herramienta de conocimiento, mas
no de un conocimiento teórico o exclusivamente mental, sino de un conocer que aborda todo el cuerpo, toda la interioridad y el ánimo, la emoción, el gesto de quienes desarrollaron ese tejido de palabras que es el relato, un tejido cuyas palabras pueden ir cambiando, un tejido cuyos pigmentos pueden ir variando, porque habrá de estar en el sol, contarse en el desierto, o en medio de edificios, o habrá que contar alguna historia en un palacio, o contarla en la lejanía de un puerto o en el movimiento de un tren. Sin embargo el néctar del cuento es la presencia de la flor. Y esa flor es el ser transmisor del cuento, el ser receptor del cuento, es el cuento mismo.
El recordar del cuento es un breve instante cuando en la culminación expectante de la historia, quien lo narra, por esa magia que tienen las palabras cuando se hacen expresión del corazón ilusionado, cuando ya han tomado cuerpo en el intermediario narrador que cuenta ya no sólo con los labios o la lengua, sino con las células del páncreas, del riñón, de los nervios y los huesos, se hace un puente donde
al fin se vislumbra el arco de otro mundo, donde como una llamarada súbita de luz, cualquier universo es posible.
Ese instante donde antes lo que no se creía, esa ilusión perdida retorna de nuevo a su calor, se descongela, se hace agua y se evapora. Vuélvese aire, brisa, se encarna en el viento y los ojos de los oyentes, de los oyentes-espectadores, del ojo-oído-cuerpo que se hace presente ya con toda su dimensión. Se ven transformados, transportados y transhumanados. Porque se ha ido de lo humano a algo más que lo humano, porque se ha sentido en ese breve instante la sutileza del tiempo y la fragilidad del espacio, porque se ha conmovido el corazón para que renazca en él aquel fuego perdido que nos llevaba a reunirnos, o a sentarnos en el cobijo de las piedras, la madera, el rumor del bosque. Entonces se miraban las estrellas y el cielo transparente, desnudo, brillante como los ojos de un niño en su oscuridad primigenia se anunciaba. Ahí, mientras se veía el ascender del humo y ya escuchando el crujir de los leños, la
palabra nacía y evocaba a los antiguos espíritus, los antiguos héroes, se evocaban las hazañas de príncipes y niños, de gigantes y duendes, de mujeres y ancianos. Hazañas de seres entregados a ese luminoso esplendor de lo que en un momento evidencia se hacía de apasionada ilusión. Evidencia de amor, que los cuentos como un cuenco de cuidadosa y extremada sencillez saben guardar para aquellos que de él deseen beber.
En ese momento el cuento se funde al poema, el poema se hace cuento. Porque se ha prendido para jamás extinguirse la vela del alma que se sabe andar en el océano, alma que vaga en la noche de las estrellas y galaxias, alma de suspiros que buscan llamar a su caricia, llamar a su destino de encuentro, a su sentido de abrazo. Alma de mundos que ha viajado por los mundos, alma de aguas que ha atravesado las aguas.
El cuento se ha hecho verso, porque por fin, sin fin, aquella puerta se ha pasado y entonces, la incandescencia de las nubes es magia, el
brillo de la hierba es magia, tu rostro es magia y tu voz es un milagro. Entonces tu calma es la calma del mundo, tu sonrisa un danzar de la vida, un ver de las luciérnagas. El cuento se ha hecho verso porque se ha sabido esperarle y se le ha cantado lento, con corazón de niño, de niña, con alado impulso de besarle, con sed de sus manos, con ojos de su sombra, de su brillo.
El cuento ha sabido hacerse verso porque se le ha contado desde el alma para el alma, porque el recuerdo de su luz ha renacido, porque ella se ha expresado y en ti también tu luz ha recordado.